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nº 16 Dic. 1998
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nº 16 Diciembre 1998
nº 16 Diciembre 1998

¡Qué os cuenten, qué os cuenten! indice.gif (1589 bytes)

Artículo publicado en el número 1 de «La Troje» en agosto de 1985, en el que Gerardo Gil rescata terminología referente a las labores tradicionales del mundo rural, hoy prácticamente desaparecidas.

Llegaron las Flores... Si llueve a arrollar la era.En el argot de vuestros abuelos no se oían palabras tan corrientes entre vosotros como movida, cibernética, compacto, etc. Tenían otras de uso cotidiano que reflejaban el entorno rural en el que vivían y que, de alguna manera, empezamos a desconocer.
Me gustaría soñar, me gustaría que soñarais conmigo, que esas palabras no van a desaparecer, que, al menos y en su caso, los útiles u objetos que representan pudiéramos verlos como si de un MUSEO se tratara, cada una en su lugar, cada una en su rincón, en un viejo caserón de nuestro Pueblo.
Muchas de estas cosas se habrán perdido para siempre, otras estarán arrinconadas en cualquier pajar, ya sin paja, cubiertas por el polvo, víctimas del desuso y el abandono, algunas en el chatarrero, el terrero o el anticuario. Buena parte de estas cosas eran, son, los aperos, esos instrumentos fáciles para sacar sudores y dolores, difíciles para dar bienestares y sustentos.
Desde esta intencionada colaboración que no pretende ser un canto nostálgico y haciendo uso de esas palabras y algunos nombres de esos objetos, trataremos de darlas, darlos vida, jugando con la imaginación y con el tiempo.
Veréis, imaginemos: Estamos en décadas anteriores, mañana de Primavera, en la puerta falsa del caserón del que os hablaba, ahora nuevo. Esa puerta se halla situada al mediodía en una pared de tapial y adobe. En su cargadero, unas abejas zumban sin parar de sol a sol. Por ahí pasan la mohína y la roana y el macho tordo que está de non y que, para el carro, completa la reata metiéndole en varas.
Y en la era: la parva, la trilla... y la pincha en el dedo.La yunta, que para la feria de Torija lleva en la casa veinticinco años, ya va siendo vieja. Estas mulas se trajeron de muletas (tres años); la mohína, burreña; la roana, yeguata. Para la próxima feria los tratantes, maranchoneros y gitanos se dejarán oír.
Una vez dentro del corral y en el cobertizo, me encuentro de todo: una albarda, una cincha, un cinchuelo, unas aguaderas y un serón; cabezales, sufra, sillín, retranca y bridón; y una manta y alforjas y herraduras y campanillas y colleras y collerón; tiros y una estaca con soga y ramal, maroma, pitas y bozal; arpilleras, trilladeras, espuerta, horcates y alguna cosa más como un podón, una azada con cotillo, un astil, pico, horca de ganchos, azadilla y azadón.
Más al fondo, el pajar. Por una boquera abierta las golondrinas a su nido van. Dentro, el cañizo y la gotera, el gato, el ratón, la paja, los trastos y, en la puerta, la gatera.
Junto al pajar, las cortes, -no hay chiste fácil- y en ellas: cochino, gallo y gallinas cenizosas, despecuezadas y cañamonadas, pollo, capón, polla, chivas cornudas y mochas hay, de ubres grandes, preñadas, rumiando están; y un nidal y pila, palo de gallinero, cencerro y muladar; gallinaza, cagarruta, moñigo, piojo, pulga y zotal.
Y antes de la bodega, el bardal; una vez al año de la corta se repondrá y el gorrión, en el invierno y por la noche, en sus palos, támaras y gavillas se refugiará.
Bajo la tapia, la bodega: el candil, la candileja, la torcida, el aceite, los arcos, el encañado, las tinajas, las canillas y la oscuridad; el tinillo, mosto, casca, vino, atarjea, jarro, salitre, codillo y la humedad.
Para la próxima feria los tratantes, maranchoneros y gitanos se dejarán oir.Aquí, en medio del corral, el pozo: garrucha, cubo y brocal. A la sombra y al fresco de éste el lebrel apontocado está y, alrededor, la parra y el parral y la avispa y las acacias, en una de ellas el nido de jilguero, cada año sin fallar. Y cerca también, el lavadero: la pila de piedra, la losa y el barreño, el jabón casero hecho de sosa cáustica y sobras y posos de aceite y, en la solana, el tendedero.
Al lado de la bodega y sobre la tapia, la cuadra: la basura, el pesebre y la pesebrera, la traba, el torcedor, el camastro y el criado; y, más detrás, el granero: la media, el celemín, la fanega, el rasero, el gorgojo y el salvado; veza, cebada, trigo y avena. Sobre una troje, una artesa donde lo en ella amasado con levadura en el horno se cocerá. Después en la tahona y en el capacho, el pan candeal.
La fachada principal de la casa da al saliente. Por las tardes, a la sombra de la misma: el remiendo, el zurcido, la pana, la lana y algún encaje de bolillos. Chicas jugando al tejo o al corro, los chicos a las cajillas, al "frendis", a la taba o a los bolos.
En el portal y tras la puerta: el cántaro y la cantarera, botijo, botija, palancanera, estropajo de esparto, jabón y espejo, peine despuado, lendrera y toallero. En la otra pared, un almanaque de una tienda del Pueblo.
A la izquierda, la cocina: alacena, morillo, puchero, tenazas, fuente, humo, hollín, fogón y caldero; rescoldo, fuelles, leño, tizón y un vasar con latas de té, manzanilla y orégano cogidos del monte del Pueblo. Y alrededor de la lumbre, en las largas noches de invierno se cuentan historias que despiertan la curiosidad de los nietos, como aquella que relataba el final del Juancho, natural del pueblo. Fue un bandolero, capitán de ladrones. El Juancho seguro que no fue generoso pero sí valeroso pues, según contaba mi abuelo, murió de mala manera en la cárcel antes que delatar quienes eran el resto.
Las "samugas", la "enguera"... y la hacina al final.No hay salón ni cuarto de estar; hay sala. Casi siempre en el piso de arriba. En la sala: visillos, cortina de cretona, barra y anillas de latón, cómoda, mesa, grandes retratos, brasero, badilla, alambrera, calentador y espejo.
Los dormitorios con el crucifijo en la cabecera. No hay armarios pero sí baúles. Al abrirlos unos huelen a naftalina, otros a colonia añeja; aún así, la polilla hizo su aposento en una toquilla de la abuela.
En las paredes más retratos, rancios y amarillentos; algunos marcos hechos por el abuelo con orlas y repujados cuando al Rey sirvió en el Protectorado de Marruecos. También el balcón con su forjado, el geranio, el clavel y el sándalo.
¿Y la cámara y el camaranchón?. Ahí sí que se ha de encontrar desde una albarca vieja sin capillos hasta un jamón con chorreras sin empezar. Un chorizo, un adobo, "güeñas", morcillas y un cacho de témpano rancio, tocino de años ha. Y muchas otras cosas que en su momento saldrán: a la era, a la besana, al monte o al olivar; al huerto o a la viña, a la siega o al patatar; a la poda o a la monda, a la caza, a la matanza o al carnaval.
Por la mañana, antes de almorzar, al pajar con la saca sobre los hombros, las manos sobre las caderas y hasta la pajera llevar. Después un pienso, almohaza y hasta cepillo a la yunta se ha de pasar y ahora a almorzar: trébedes, gachas, puches, sartén, "patatas guisás"; malta, "cebada tostá". Y el avío: los arreos, campanillas o zumbas, a dar agua al pilón, pilarejo, pilar y una hora de camino y "pa to el día" a apencar. En el camino: vereda, senda, atajo, carril, montar siempre la roana, la mohína no es de fiar, a veces parece falsa, guiña las orejas "la desgraciá".
Por ahora los quintos... ronda, bandurria, guitarra y laúd, jota, moza nerviosa...En estas idas y venidas veremos en los cerros la aliaga y el légamo. Oleremos el tomillo o el hinojo, el espliego o el romero. Encontraremos en el barbecho o en las orillas el cardillo, en el sembrado la colleja, en la chopera "el bonetillo" y en la acequia el berro. Y en el bacho el aguanal, y en el arroyo la zarza y el espino, el junco, el carrizo, la boquilla, la reguera, el presillo y la maleza. La regalicia en Valdemoro, la sanguijuela en el manantial y en el barranco el pasadero. Y la loma, donde sestearon las ovejas y cogió las garrapatas el perro. Y el chozo, que no es lo mismo que covacha, cabaña, chamizo, bodega o bodego.
Al llegar al pedazo, a hacer el hato al lado de un mojón: alforjas, mantas, pellica, talego, cantimplora, tartera, merienda tenemos. Allí, guardando el hato, se quedará el perro. Y a enganchar: vertedera o arado y con éstos reja, esteva, orejeras, planchón, culatín, dental, cama, vuelta para aquí, vuelta para allá, eso si no se rompe un tiro o un balancín, habría que regresar. Ahora en primavera empezamos a desarar, pero según las épocas y el tiempo sería alomar, alzar, binar o terciar; o sería cohechar, arrastrar o roturar y en todas estas labores el terrón no ha de faltar. Una vez terminada esta suerte aún queda algo de tarea. Es el cuarterón del poyato, encima de esos acirates. Antes tomaremos un bocado con el pastor y el zagal del hatajo que, después del careo al yermo, hasta aquí se han acercado. Veremos el morral y la manta, garrote o cachava, perros, zahones, cordera, primala, andosca y oveja. Unos moruecos, sementales que nos darán el mejor vellón cuando llegue la esquila. Duro trabajo éste del pastoreo: todos, todos los días a soltar, si está nublo como si está raso, venga el aire de arriba, venga el aire de abajo; aún con nevadas, para darlas agua, hay que sacarlas del tinado. Bueno ¡vamos con la tarea! vamos con el sol, la besana es corta y la anchura dos amelgas nada más y un poco de cornijal. Luego las cabeceras, las lindes, soltar y regresar, con la reja sobre el tarugo y mañana a otro pedazo, finca, haza, cuarterón o costero; lista, suerte, cacho o ladero.
Después del desare, mediada la Primavera, la escarda: hocino, horquilla, neguillas, cardos, "avena loca" y "tamboriles" y antes, por la mañana, a meter mano al alcacel. Por la tarde y por tierras de Balondillo, en lo alto del cielo, la calandria es un espectáculo. Es también la época que en cualquier salida del Pueblo oirás el "Bu Bu" de la abubilla por las mañanas y en cualquier entrada al Pueblo el "Boy Boy" del mochuelo por las noches. Entre el "Bu Bu" y el "Boy Boy", el campo y el Pueblo es una algarabía de cantos, de trinos, de parejas, de celo, de color y de vida.
Y el acarreo... el ¡so!, el ¡arre!, el ¡huesque! Y el ¡ria!...Llegaron las Flores: Iglesia de San Pedro llena de rosas, las calles empedradas, regadas de espliego. Si llueve, a arrollar la era, el rulo siempre dispuesto. Y a poco más el calor y la siega, la matadura en el pescuezo donde el rabo no llega, el tábano hace su agosto y su aposento. Ya no hay parejas. Hay bandadas. Ya no hay verdor ni celo. Y con la siega: hoz y zoqueta, manguito, delantera, no hay chupa ni chaqueta, sólo camisa remangada, faja y pantalón de pana. Hay mies y rastrillo, pial y cadillo, gazapo que salta, perdigón que se va, rastrojo, espigadora, tizón y espiga; sombrero de paja, haz y gavilla, botijo y botillo a la sombra del tresnal y riñones, riñones y riñones otro año más.
Y el acarreo y el carro y el varal y el cubo, el sebo, la vara, la lanza, la tralla, el zoquete y el cabezal. Las "samugas", la "enguera", el canto del carro, la reata, el ¡so!, el ¡arre!, el ¡huesque! y el ¡ria!. El vuelco y la carga que pare, el atasco, ¡Dioos!, el carril y la hacina al final.
Y en la era: la parva, la trilla y el trillo, la horca, el bieldo (bielo), la rastra, el rastro y el "arbielo". La criba y el harnero, la covacha, la escoba, el picor, el polvo y la pincha en el dedo. La jota, la tormenta, el olor a tierra mojada, el huracán, la "polvadera" (polvareda) y el trueno, la arroyera, la avenida, la parva molliza y podrida, el desconsuelo. También el costal, las granzas, la media y el rasero, el grillo, la hormiga, el saltamontes y por la noche el "viéntaro’’. Ya sólo queda la paja; si no hace aire por la noche la metemos y de paso ensuciamos el Pueblo. También en esta época aunque sea por la noche, si toca, el riego: el machón, el trebolillo y el surco en el huerto.
Por fin, el primer domingo, ya con la boquera cerrada si adobes tenemos: cubo de agua, camisa blanca a rayas, botón abrochado al cuello, boina negra, que no sombrero; a Misa y vuelta por el Pueblo y en él la Picota, la Puerta de Molina o de La Laguna, que también tenemos, y Plaza, Sobreportal y Posadas, Pretil y Juego de Bolos, y Cuesta del Pósito y siguiendo para arriba, Cuartel, Escuelas, Convento y más arriba en el "ron", los restos de un Castillo y bajando por otro lado los Bodegos, blancos de greda por dentro y una Iglesia y un Cantón y otra Iglesia y otra y un Teatro y fuera de las murallas una Ermita ¡mierda de guerras!, casi todo nos lo destruyeron. Por la tarde brisca, juego de pelota o de bolos y los viciosos a las chapas, delante de los guardias más de una vez corrieron, y en el salón parejas, gramola u organillo, mozas y mozos, chismes, baile de pueblo.
Llegaron las Flores... las calles empedradas regadas de espliego.Y llegó la vendimia: el racimo, el cuévano y el sarmiento, antes pámpano, las cepas, alguna higuera, la cabaña, alguna "noguera" y un ciruelo.
Y a estallar, y la oliva que ya renegrea, y la escarcha, el frío y la Navidad y los chicos cantando algo así, para sacar una mandarina o un real:

"La Virgen camina a Egipto
desde Egipto va a Belén
el Niño llora que llora
el Niño tiene sed.
A mitad del camino
hay un ciego naranjel
¡tome Vd. buena Señora
las que sean menester!
A poco de irse la Virgen
el naranjel empezó a ver.
¿Quién sería esa Señora
que me ha hecho tanto bien?

Y la matanza: amanecer, el cochino, el gancho, chillidos, cebolla, agua hirviendo, gamellón, somarro, asadura, tripas, vejiga -el balón de los chicos-, migas, torreznos, picadillo y porrón. Cuando se fue el hielo, y el cochino abierto en canal doce arrobas pesó, a coger olivas: dedil, dedilera, "cepurro" (ceporro) y lenzón; lumbre, Pasamalo, Trijueque, babaza, umbría, "recochizo", sabañón, zaranda y a veces hasta sol.
Y las nieves, y las lluvias, las hacenderas, las ballestas, el barro, la sementera, lejos la recolección. ¿Lloverá o no lloverá?, ¿helará o no helará?, ¿granizará o no granizará? ¡Mira que si luego cae un pedrisco! No hay alternativa, esperar y siempre al cielo, siempre mirar.
Al mismo tiempo la corta: el monte, la gavilla de leña, la támara, la estopa, el chaparro, el roble, la jara y el tejón; el hacha, el hachuelo, la carrasca, la hojarasca, la bellota y el agallón. Por ahora, los quintos: cabrito asado, cena, después ronda, bandurria, guitarra y laúd, jota, moza nerviosa, noche sin dormir y de mañana rosca, rosquillas, copa de coñac o de anís y alguna perra de la faltriquera escondida bajo el delantal de la abuela y cantar:
a misa y vueltas por el Pueblo, y en él, la Picota...
Dame morena una rosca
de las que en el horno has hecho
y las demás que te queden
que te hagan buen provecho.
Canta compañero, canta
que ya la veo venir
con el candil en la mano
y la rosca en el mandil.

Después, ojeras, resaca, procesión, subasta de roscos, sueño, baile, hay que aguantar el tipo. Es San Blas.
Y de nuevo la sementera nació y llegó la golondrina, el vencejo, la torcaz y la codorniz. Otros, el lagarto, la culebra y la lagartija dejaron su letargo. Los que no nos dejaron, la urraca, el grajo y la perdiz se dejan oír. Ahora el gorrión, siempre en la acacia o en el alero, siempre ahí.
Y así año tras año, desde antes del medievo pero no hasta hoy. En los años treinta ¡Uf, dejémoslo! En los cuarenta, la ruina y la forzosa emigración. En los cincuenta la otra migración: individual, familiar, interior o exterior. En los sesenta vuestras palabras, las de hoy: la tecnología, la industria, el tractor. ¡Adiós! A Alcalá, a Zaragoza, a Guadalajara, a Madrid. ¡Adiós! Se acabaron las costumbres, se perdió tradición. ¡Adiós! A mí aquello me pilló de refilón, algunas cosas las recuerdo con cariño, otras... ¡La madre que las parió! ¡Adiós!


Este artículo va dirigido a la gente joven por no haber conocido esta manera de vivir.
Aprovecho también para dedicárselo a mis mayores de los cuales aprendí tantas cosas.


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