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Un Cerro y Mil Espejos |
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Hace tiempo, casi una década, una mujer de la Urbanización
nos invitó a merendar a su casa. De aquella visita únicamente
guardo nueve palabras y una imagen: al abrir la puerta del chalet
todo el cerro de Hita quedaba reflejado en un gran espejo
colocado estratégicamente en el recibidor. ¿Ves?, -dijo- así
tengo todo Hita metido en mi casa. No sé por qué he conservado
este trocito espacio-temporal en la memoria ni tampoco por qué,
precisamente ahora, lo rememoro, pero eso es lo de menos. Lo
cierto es que me ha sido de gran utilidad en estos momentos para
superar esa incertidumbre que uno experimenta al sentarse ante un
folio inmaculado. Ustedes se preguntarán ¿a cuento de qué
viene todo esto?. Y yo podría contestarles "Señores, ¡de
alguna manera tengo que ensuciar este papelajo y esto es lo
primero que se me ha venido a la cabeza!. Pero -si alguno así lo
prefiere- podría adoptar un tono intimista y sentimental
diciendo que la historia del pueblecito y el espejo es lo que mi
memoria ha evocado cuando me he decidido a escribir sobre lo que
para mí es Hita. Y así, al igual que Hita estaba metido en la
casa de aquella buena señora (de cuyo nombre no puede acordarme
porque nunca conocí), también yo tengo mi propio espejo y mi
cerro reflejado en él. Es el mío un cerro más fuerte y sólido
que el de tierra y piedras, y también mucho más difícil de
definir porque no es algo ya hecho terminado sino que se va
dibujando y definiendo a medida que vivo. Huelga decir que no es
necesario ser oriundo de un lugar para encontrar en él tus
raíces, especialmente si se viene de lugares masificados,
tierras de nadie y de todo el mundo. Yo así lo creo y así lo
siento ahora y aquí, en el Palenque, en la plaza, en las ruinas
de San Pedro... Con los lugares me sucede como con la amistad.
Sé identificar las auténticas cuando el silencio se convierte
también en un modo de lenguaje eficaz. Del mismo modo sé a que
lugares pertenezco porque soy capaz de escucharme en ellos sin
ningún esfuerzo, porque soy capaz de sentir que formo parte de
ellos y que ellos también me pertenecen. Todo lo que yo he
sentido sobre estas calles tan costosas de subir, en cada uno de
sus rincones, es mi cerro. El suyo será lo que en cada uno de
sus espejos quede reflejado. Y, al mismo tiempo, Hita es lo que
todos nosotros, junto a los que nos antecedieron y a los que nos
sucederán, grabamos sobre sus silenciosas piedras.
Gema Garrido
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