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Las casas no se comienzan
por el tejado |
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Me siento en la obligación de expresar un sentimiento del que
creo toda persona, con visión democrática y de compromiso con
sus actos y palabras tiene, pero que por razones impuestas por el
conjunto de la sociedad, omite.
Este artículo no pretende dar una opinión políticamente
marcada; tampoco pretende ser una lección moral de
circunstancias en las que es muy difícil de coincidir; lo que
sin embargo pretende es dar una visión objetiva e imparcial de
un aspecto de la vida en el que desde mi punto de vista
deberíamos pensar y reflexionar.
Cuando verdaderamente se está en contra de un punto, un aspecto
lo primero que se debe hacer es predicar con el ejemplo.
Sinceramente, lectores, me molesta infinitamente cuando se
critican los casos de corrupción sin un sentido más amplio del
de despegar palabras por un órgano humano llamado boca. Pero
ojo, no sobreentiendan cosas que no son o no defiendo: me repugna
que la clase política de nuestro país esté empañada; me
molestan los Roldanos, los Rubios, los Naseiros. Todo esto me
molesta, y lo reitero, pero quiero ir aún más allá: me irrito
ante la sociedad, en la que me incluyo, en cuanto a la actitud
tomada ante este tema. No entiendo esas personas desenfrenadas
que expulsan por vía oral o escrita insultos, parrafadas,
locuciones cuando ellos mismos, quizás a veces sin darse cuenta,
caen en el mismo error.
A lo que quiero llegar es a todo ese fraude público que se
produce en la calle, en la vida normal y diaria. Recordemos y
pongámonos a pensar si no conocemos a personas (o incluso
nosotros mismos) que no maniobren con el I.R.P.F, con el I.V.A o
con el Impuesto de Sociedades por ejemplo. Porque no seamos
hipócritas y pensemos cuantas veces nos hemos encontrado con
este pregunta: "¿Le hago factura o se lo cobro sin
ella?". Lógicamente sin factura omitimos I.V.A y desde mi
punto de vista es entrar en el juego. A mí no me sirven
declaraciones como aquellas que se justifican diciendo que si lo
hacen ellos (los políticos), por qué no lo podemos hacer
nosotros. Sinceramente creo que la cuestión no es fijarse en lo
que hace el político o el vecino, ya que si ellos forman un mal
camino, con nuestra colaboración ya se forman dos malos caminos.
Tampoco estoy diciendo, ni mucho menos, que las maniobras
corruptas de la política tengan que ser aceptadas y soportadas.
No confundan, digo todo lo contrario: hay que combatir con toda
fuerza estas despreciables acciones que cometen los políticos
pero, ¿creen de verdad que la corrupción puede ser luchada de
una forma efectiva y constructiva cuando cada persona lo tiene
bajo su propio tejado? O, ¿solamente se va a dedicar a hablar y
parrafear porque ellos en el fondo se ven copartícipes del
juego?
Entrar en escalas sobre la dimensión del fraude tampoco creo que
sea pertinente. El fraude es siempre fraude y tenemos que pensar
que un grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Los
I.V.A, I.R.P.F, I.S, etc. suman todos ellos en conjunto
cantidades muy importantes.
En suma, creo que la corrupción, en su sentido genérico, es una
cuestión de cultura y honestidad de conciencia. Todos en lo que
nos corresponde tenemos que luchar contra ella.
Alberto Rojo.
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