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nº 14 Agosto 1994

Las casas no se comienzan
por el tejado

Me siento en la obligación de expresar un sentimiento del que creo toda persona, con visión democrática y de compromiso con sus actos y palabras tiene, pero que por razones impuestas por el conjunto de la sociedad, omite.
Este artículo no pretende dar una opinión políticamente marcada; tampoco pretende ser una lección moral de circunstancias en las que es muy difícil de coincidir; lo que sin embargo pretende es dar una visión objetiva e imparcial de un aspecto de la vida en el que desde mi punto de vista deberíamos pensar y reflexionar.
Cuando verdaderamente se está en contra de un punto, un aspecto lo primero que se debe hacer es predicar con el ejemplo.
Sinceramente, lectores, me molesta infinitamente cuando se critican los casos de corrupción sin un sentido más amplio del de despegar palabras por un órgano humano llamado boca. Pero ojo, no sobreentiendan cosas que no son o no defiendo: me repugna que la clase política de nuestro país esté empañada; me molestan los Roldanos, los Rubios, los Naseiros. Todo esto me molesta, y lo reitero, pero quiero ir aún más allá: me irrito ante la sociedad, en la que me incluyo, en cuanto a la actitud tomada ante este tema. No entiendo esas personas desenfrenadas que expulsan por vía oral o escrita insultos, parrafadas, locuciones cuando ellos mismos, quizás a veces sin darse cuenta, caen en el mismo error.
A lo que quiero llegar es a todo ese fraude público que se produce en la calle, en la vida normal y diaria. Recordemos y pongámonos a pensar si no conocemos a personas (o incluso nosotros mismos) que no maniobren con el I.R.P.F, con el I.V.A o con el Impuesto de Sociedades por ejemplo. Porque no seamos hipócritas y pensemos cuantas veces nos hemos encontrado con este pregunta: "¿Le hago factura o se lo cobro sin ella?". Lógicamente sin factura omitimos I.V.A y desde mi punto de vista es entrar en el juego. A mí no me sirven declaraciones como aquellas que se justifican diciendo que si lo hacen ellos (los políticos), por qué no lo podemos hacer nosotros. Sinceramente creo que la cuestión no es fijarse en lo que hace el político o el vecino, ya que si ellos forman un mal camino, con nuestra colaboración ya se forman dos malos caminos. Tampoco estoy diciendo, ni mucho menos, que las maniobras corruptas de la política tengan que ser aceptadas y soportadas. No confundan, digo todo lo contrario: hay que combatir con toda fuerza estas despreciables acciones que cometen los políticos pero, ¿creen de verdad que la corrupción puede ser luchada de una forma efectiva y constructiva cuando cada persona lo tiene bajo su propio tejado? O, ¿solamente se va a dedicar a hablar y parrafear porque ellos en el fondo se ven copartícipes del juego?
Entrar en escalas sobre la dimensión del fraude tampoco creo que sea pertinente. El fraude es siempre fraude y tenemos que pensar que un grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Los I.V.A, I.R.P.F, I.S, etc. suman todos ellos en conjunto cantidades muy importantes.
En suma, creo que la corrupción, en su sentido genérico, es una cuestión de cultura y honestidad de conciencia. Todos en lo que nos corresponde tenemos que luchar contra ella.

Alberto Rojo.


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