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nº 9 Agosto 1990
nº 9 Agosto 1990

Y El Cid anduvo por nuestras tierras

Estos buenos caballeros que acompañen a Minaya.
Corred de osada manera; por miedo no dejéis nada.
Llegad mas abajo de Hita, seguid por Guadalajara.
No paréis hasta Alcalá, que allí lleguen las algaras.
Las presas queden bien hechas y asegurad las ganancias,
que por miedo de los moros no dejéis de perder nada;
en tanto, yo con los ciento aquí quedaré en la zaga.
Ganaré yo a Castejón, que nos valdrá como guarda.
En esto el Campeador se salió de la celada.
Los campos de Castejón, el Cid los corre sin falla.
A los moros y a las moras los tomaba la ganancia,
y con ello sus ganados, y cuanto entorno encontraba.
Sin vacilar ellos corren (por la tierra saqueándola.)
Llegaron hasta Alcalá las enseñas del Minaya,
y entonces desde aquel punto tórnanse con la ganancia,
por el Henares arriba y así por Guadalajara.
Es mucho lo que allí traen; grandes fueron las ganancias.
Ganados en abundancia de ovejas, y también vacas;
muchas ropas, y también otras más riquezas varias.
-Alvar Fáñez ¿ya venís? ¡Sois una valiente lanza!
Donde quiera que os envíe, se que cumplís la esperanza.
Lo vuestro a lo nuestro júntese, (y de toda la ganancia)
la quinta parte os otorgo si la quisiereis, Minaya.
Las ganancias que cogieron quedaron amontonadas.
Quedose pensando el Cid, que en buena hora ciñó espada,
en el rey Alfonso, y en que llegarían sus compañas,
que le buscaría mal y con él, a sus mesnadas.
Mandó que se repartiese todo aquel botín sin falta,
y que los repartidores cuentas le diesen por carta.
Sus caballeros, contentos, como si a buen puerto arribaran,
y a todos ellos les tocan cien marcos de los de plata,
y a los peones les dieron la mitad justa y sin falta.
El quinto de todo aquello en poder del Cid quedaba.
Su parte allí no podía ni venderla ni donarla.
Ni cautivos ni cautivas quiso que le acompañaran.
Habló a los de Castejón y a Hita y Guadalajara,
y les dijo que su quinto por cuánto se lo compraban,
aunque en lo que allí le dieran, obtuviesen gran ganancia.
Apreciáronlo los moros en tres mil marcos de plata.
Nuestro Cid acepto el trato, y da por buena la tasa.
A cien moros y a cien moras libertad les quiero dar.
Por cuanto de ellos tomé, que de mí no digan mal.
Vosotros tenéis ganancias; nadie queda por pagar.
Mañana por la mañana, en seguida, a cabalgar.
Con mi señor don Alfonso no quisiera pelear.


Suponemos que Felipe II no pediría al Vaticano la canonización de Ruy Díaz por sus hazañas en tierras de Guadalajara.


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